domingo, 29 de diciembre de 2013

6. G_6. FIN DE LA HISTORIA

VERSIÓN FINAL

Francisco Javier Díaz


 Belén Aguilar


 Diego Jesús García




Paul Díaz Boix






La casa de la lluvia fue un encargo que Navarro Baldeweg recibió por parte de su hermano con el objetivo de disfrutar con su familia las vacaciones en Alto de la Hermosa.


La vivienda se finalizó en 1982, y desde entonces, ha servido de escenario de la vida cotidiana de la familia, compuesta por el matrimonio y un hijo, que por aquel entonces apenas rozaba la década.
Hoy en día, treinta años después, la situación en la vivienda es bien diferente. Con la muerte del matrimonio, y la emancipación del hijo la vivienda se encuentra vacía, incompleta. Una casa-caja de resonancia creada para ser escuchada sin nadie que la escuche.
Es por esto, que la familia heredera se propone volver a la vivienda donde conservaban tan buenos recuerdos y deciden mudarse.
Una vez instalados se dieron cuenta de que la casa en la que se encontraban no era la misma casa que ellos recordaban, había perdido su esencia. Ni siquiera el sonido de la lluvia sobre el tejado conseguía rememorar los sentimientos que experimentaban, y es que, en definitiva, los sonidos del día a día de sus habitantes se habían convertido en una parte esencial de la vivienda: sus manías, sus costumbres,… Sonidos que jamás se podrían volver a sentir en la casa.
Es entonces cuando se plantean la posibilidad de recordar a las personas que ya no están mediante los sonidos característicos de sus costumbres o manías, poder volver a sentir de alguna manera su presencia en la casa. Recordar escuchando.


El concepto de la Casa de la Lluvia evoluciona desde sus raíces hasta reinventarse en su esencia. Recordar la casa, recordar su vivir, recordarlos escuchando.
El proceso de cambio siempre toma como punto de partida el inicio, hallado en nuestra vivienda en la zona de noche.  En ella la casa permanece en silencio, guardando la esencia pura del sonido tradicional: la lluvia en el tejado, que golpea su zinc y rememora con cada gota aquel querido sonido que tanto se escuchó, es aquí donde la naturaleza coge la batuta y marca el compás de esta vivienda construida con música.
Avanzando a lo largo del corredor que une zonas de día y noche la casa va cobrando un nuevo carácter, algo cambia en la interpretación de la partitura y son ellos mismos, que con su devenir se hacen protagonistas de la casa: sus pasos en un solado instrumental van creciendo en intensidad gracias a una caja de resonancia en crecimiento. A medida que se alejan de la zona privada y van acercándose a la zona de día, más pública, la música es más viva, más potente.
La música continúa sonando y la intensidad va in crescendo. La pieza llega a la obertura en el salón principal, donde todo es igual y nuevo a la vez. El eco proveniente de aquel pasado presente se ha transformado: la música de la lluvia ha evolucionado, ha sido re-interpretada por músicos de otra generación, los matices, los acordes tienen nuevos “arreglos”. La lluvia que antaño sonara en el viejo zinc y corría a regar el verdor navarro es ahora reconducida, a través de canalones con oquedades estratégicamente situados para producir cascadas de lluvia que percutirán las diferentes “teclas” del xilófono que es el alféizar. Un alfeizar que será cambiante, mutado, con subidas, con bajadas, representando la posición de las notas del pentagrama y relacionando el interior y el exterior a través de la música, tanto desde un punto de vista sonoro, como visual.

Así como el estado del agua no es igual en todas las fases de su ciclo, la música nunca será igual en todos los lugares del hogar, y la melodía del agua será el elemento arquitectónico que configure la construcción del espacio en el nuevo salón.

1// silencio


2//  obertura



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